sábado, 29 de mayo de 2010

Kioscos de mesa


LOURDES DURÁN
Echó el cierre el kiosco Reina. Antes y mucho antes fueron chapando los del Born, la plaza de España, la Rambla, el Passeig Mallorca y suma y sigue. La historia es larga. Por resumir: Desde que Gráficas y Manipulados Mestres renunció a su concesión ante la negativa del Ayuntamiento de Palma a rebajarle el canon en un momento de escasa rentabilidad en la venta de prensa y revistas, la ciudad está llena de huecos. Una urbe sin kioscos de prensa es menos ciudad. Ahora se aguarda el dictamen de un nuevo concurso para otorgar concesiones a un número rebajado de estos tenderetes llenos de letra. Parece ser que pasaremos de 16 a 5. Malas noticias.
La burocracia es lenta y mientras se aguardan respuestas, las personas se buscan la vida. La ciudad ha regresado a los kioscos a pie de semáforo. Con rumano o albano kosovar regentando tan escueto negocio. Sólo se comercializa la prensa local que en domingo alimenta la mesita componte de estos improvisados mercaderes con la oferta suplementaria de los diarios. Que se sepa: películas, cuchillos, juegos, libros, alimentos, y así una retahíla de productos ajenos, porque la letra no sólo con sangre entra, aunque nos pirren las noticias de desangrados varios.
Atrás quedan aquellos voceros que a gritos anunciaban el periódico del día con la noticia más sangrante, o la más llamativa y, desde luego, la que desviaba al paseante de su camino para entrarle al vendedor de tan suculenta mercancía. Hubo un tiempo, y aunque no se lo crean los de la generación tuenti –no hablo del Pleistoceno–, en que la lectura de periódicos se devoraba. Incluso el ritual era llegar al bar, pedirte un café y hacerte con el diario antes que el avispado de turno. Si no eras ágil, podías acabar en la cola de espera y si tu paciencia era corta, te arrimabas al espabilado y leías, nunca mejor empleado, entre líneas y con el rabillo del ojo las noticias de aquel diario.
A los vendedores ambulantes se les empezó a ver en los semáforos. Como muchos tenían acento latinoamericano, el vulgo les llamó tupamaros, ya sabemos cuánto liberan los tribuletes de turno. De aquellos ambulantes pasamos a techar la prensa. Los kioscos crecieron a buen ritmo. Iniciamos un ritual que en domingo se colgaba el traje de fiesta. Aquellos tenderetes, cada vez más animados por señoras en bolas que jamás seremos, paisajes de explorador que nunca descubriremos y coches de fórmula 1 que nunca conduciremos, nos devolvían al ritmo natural. Y, de paso, a la infancia. Nos tirábamos horas ojeando y hojeando, igual que cuando fuimos críos que despistábamos al kiosquero del barrio con los cambios de cromos.
Ahora todo eso se nos ha hurtado. Estamos también huérfanos de kiosqueros porque con la retirada de vendedoras –al menos por el momento– como Antonia Mulet, se desayuno uno con la prensa no sé si peor, sí de otra manera.
Mientras aguardamos la apertura de los kioscos tras conseguir la concesión municipal, podemos echar mano de estos kioscos de mesa, que permiten la lectura a hurtadillas de los titulares del día. Con el abrir boca, quién sabe, quizá nos entren ganas de volver a cambiar cromos.

http://www.diariodemallorca.es/palma/2010/05/26/kioscos-mesa/573447.html

3 comentarios:

BANDOLERA dijo...

Qué pena. Qué pena de verdad....

kioskero dijo...

¿será el principio del fin o el retorno al origen?

BANDOLERA dijo...

Kioskero, me da que el retorno al origen sería como volver al XIX,y eso no es posible. El nuevo origen empieza aquí, en la red. Besote.